27/2/11

La luna de candil

De día era una militar que en sus ratos libres ofrecía de limosna palabras de aliento y sonrisas, pues no tenía más que dar. Vivía en el panteón acurrucado entre una lápida y un matorral. Comía de lo que había en la cafetería y se llevaba para la cena bollos duros que sobraban sobre las charolas. Tenía por confidente un ciprés que él mismo había sembrado; cargaba sobre sí la certeza de escribir un libro y la esperanza de haber engendrado un hijo, no entre las putas que frecuentaba, sino entre las mujeres que había usado para satisfacer sus deseos... Por cierto, los perros le evitaban y dejaban de ladrar cuando él pasaba. Solía entonar una canción, casi susurrada, que invitaba a todos a escucharla, incluso las rejas y las tumbas lo hacían.

Un día el ciprés le reprochó:

-Me preguntan si querrás, al fin, abastecerte de cielo para poder llevas tus miserias al infinito.

-Dile a tu interlocutor que no joda, que comer y cagar sin un lugar, termina por ser cómodo y te acompaña una sensación de hogar el sonido del agua al irse por el caño.

-Pero incluso la posibilidad está ahí.

-Pero a veces sólo quieres leer y enterarte que el periódico sigue siendo el mismo de ayer.

-Pero siempre es diferente, al menos en una parte.

-sí, los rostros cambian. La historia ya se escribió.

-Pero no la tuya.

-Deja de joder y dile a la luna que necesito leer un poco para dormir... “Doña Minerva Sinsabores, 1825-1901. Que Dios la tenga en su palma, que sus hijos han perdido su bocado”; “Niño Aparicio Calles, 1895-1898. Que los angelitos saben a pollo”; “Don Joaquín de Calva y Sepia, 1804-1895. Que dios lo guarde entre rejas, que su prole y viuda han dejado de sufrirle de dolor, y le sufren de ausencia"... Buenas noches y gracias por la luz...

Y una nube se interponía de cortina, cada vez, para dejarle dormir y el viento entre las hojas le arrullaba. Y otra vez, a la mañana muy de madrugada, los fuegos fatuos le levantaban y se iba a bañar a la pila para irse a trabajar de militar y dar sus limosnas de sonrisa y aliento; no para hacerse inmortal, sino para vivir un día a la vez y pensar que valió la pena haber vivido.

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