Rosa movía impaciente su pie derecho. Esperaba sentada en el comedor de su casa, con las piernas cruzadas y su mirada hacia el televisor en la sala. Su mamá suponía que veía la tele, pero Rosa se impacientaba. Daniel dijo que la recogería a las cuatro y ya pasaban cinco minutos de la hora; ella, sentada, ya llevaba diez.
Sonó el timbre. “Al fin”. Corrió hacia la puerta para asegurarse fuera él. Y ahí estaba, “¿Con corbata? Pero si nomás vamos al cine, ¡Qué ridículo!” se dijo a sí misma. Y con voz alta casi gritó:
-¡Ya me voy mamá! Nos vemos al rato.
-Sí, váyanse con cuidado -Su madre se acercó a la puerta- Hola Daniel ¿cómo estás? ¡¿Ves?!- Dirigiéndose a Rosa dijo- Te dije te pusieras otra blusa. Daniel va muy guapo y tú con esa playera.
-Pero bajo el sweater ninguna blusa se ve. ¡Vámonos!
Daniel se apuró a abrirle la puerta del coche, a la vez que corría a subirse y tomar su lugar al volante.
-¿Llevas dinero?- preguntó a Rosa su madre- ¿Y la bolsa? No te trajiste la bolsa.
- Aquí lo llevo en el pantalón, má. ¡Bye!.
Daniel arrancó el coche y se fueron.
-Tu mamá me cae muy bien y me gusta que sea amiga de mis papás. Pero hoy, sí me dio un poco de penilla -“Por tu corbata, que no viene a al caso” pensó Rosa, pero no lo dijo, y en voz alta contestó:
-Mi mamá dice que se siente tranquila cada ve que salimos, por que no tenemos que agarrar taxi o camión y exponernos a que algo nos pase. Cree que si tus papás te prestan el coche a tus quince es porque te tienen confianza.
Daniel abrió los ojos y sonrió. Si era o no el comentario que esperaba, no lo sabremos. Subió un poco el volumen del stereo y, más que preguntar, afirmó:
-¿Cantamos?...
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