19/8/11

Álas de orquídea

Se sentó al lado mío y plegó sus alas. Yo la ví posarse lenta y delicada. No supe qué intensiones tenía pero se quedó observando lo mismo que yo y estuvo atenta a mí. Me acompañó por un rato. Me escuchó, me mostró unos seres bañados de luz y me hizo soñar conmigo.

–¿Sabías tú que las posibilidades siempre están aquí y que sólo implica dar el paso?

–Lo sé –le dije confundido-, pero hace falta que, de repente, me lo recuerden. Las luces de la ciudad, el ruido de los carros, trenes y murmullos, me aturden y fascinan.

-Déjate tocar por la Dama de la Luz y si mueres, habrá valido la pena. Déjate tocar por la Dama de la Noche y te llevará a lugares inimaginables. Déjate tocar por el Señor de los Lirios y cantaras a cien voces.

Desplegó sus alas y me arropó en ellas. Sentí la calidez habitar mi piel y me vi envuelto en la atmósfera de su perfume. Suspiré. Se levantó después de un rato y echando las alas hacia atrás voló. Yo vi al ángel de orquídea desaparecer.

-Voy allá, a donde las dunas de arena se dejan abrazar por las olas. Cierra los ojos y piensa en mí. Viaja allá flotando sobre ti y me encontrarás.

Yo sólo cerré los ojos, quise olvidar que había sido real, quería convencerme de que la soñé. Desde entonces, no sé por qué, pero en mi corazón hay un tropiezo que no deja de descender. Y busco entre los abetos a los seres de mis días.

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